27 mayo, 2007

Carrusel deportivo


Los domingos están llenos de rutinas. Creo que todos tenemos la nuestra. Pueden ser incluso varias dependiendo del sitio en el que te encuentres. Ciudades, pueblos, viajes, casas que no son la tuya, la calle, un bar, que más da. En mí, siempre se repite la misma. Encender la radio, sintonizar la cadena SER y escuchar Carrusel deportivo.


Quizá sea porque los domingos suelen extraños y busco algo conocido, voces conocidas que hablan sobre fútbol, anuncios que se convierten casi en chiste, y por qué no, que la Real Sociedad meta algún gol, aunque ahora mismo le hagan falta tres para no jugar con el Cádiz.


Mi padre no es especialmente futbolero, así que supongo que esta afición a verlo, vivirlo, escucharlo y, si se puede, jugarlo, debe ser un gen recesivo que ha esperado años para manifestarse. Y está pasando a ser dominante. ¿Qué es algo muy básico estar escuchando fútbol un domingo? Pues vale, ¿y qué?


Y áridos. Y Alonso cada quince días.

24 mayo, 2007

Oidos sordos


Y no a las palabras necias, que se podría perfectamente. Hablo de esa capacidad que debemos tener, aquí en Madrid al menos, de pensar que no oimos lo que oimos. Vas por la calle y escuchas coches, semáforos, música de comercios, gente gritando a tu lado, perros, niños... Creo que he llegado a un punto de nirvana acústico que consiste en juntar todo eso, hacerlo una bola y reducirlo hasta un punto de acústica soportable. Es como ponerse unos auriculares sin demasiado volumen y que se puedan percibir sonidos del exterior y sonidos del mp3.


Creo que ayuda el hecho de trabajar en un colegio. Para escuchar a un niño y explicarle algo mientras el resto de la clase habla debes tener la capacidad de aislarte mínimamente para al menos escucharte a tí mismo, ver si lo que estás diciendo tiene coherencia y el que escucha se entera de algo de lo que dices.


Aparte de eso creo que todos hemos pasado por horas infinitas de clase en la facultad o en el instituto en las que tu mente volaba por cualquier sitio que no fuera la clase y cuando te dabas cuenta habían pasado varios minutos y ya no se hablaba de Carlomagno; cuando despertabas estaban ya Colón y los hermanos Pinzón pidiendo visado en Cuba. Lo que comento es la misma sensación pero en mi caso es algo voluntario. Cuando los decibelios suben mi grado de tolerancia disminuye y con él la atención que presto a ciertas cosas.


Y me está empezando a pasar con algunas personas. Cuando veo que me van a aburrir con sus historias no puedo evitar escucharlas, pero en un segundo plano en la escala auditiva. Tostones los justos, que estamos en campaña (de cerezas; aclaro para los ajenos al Valle del Jerte).

07 mayo, 2007

Niños violentos


En el rato que llevo en el colegio, 4 horas, he visto de todo. Agresiones a profesores, insultos a profesores, arrimarse hostias (me encanta esta expresión) entre ellos de las que daba Mohammed Ali. Y no os miento porque he visto como uno de ellos, zafado como un profesional se agachaba para evitar un golpe y a continuación a conectado un gancho de izquierdas que ríete tú de las películas de Tarantino. Y cuando pienso en cómo era yo de pequeño es cierto que recuerdo momentos de violencia, tensión, agresiones, pero no como las que veo a diario aquí.


Y la explicación a tanta agresividad no está muy lejos, está justo a la salida del colegio. En los padres o en los hermanos mayores de los niños. Tendríais que oirles hablar, las cosas que les dicen a los niños, los gestos que ves en otros, ¿cómo queremos que luego esos mismos niños que han sido insultados y casi agredidos en público por sus padres se comporten normalmente en el colegio? Es casi imposible. Pero he ahí el reto, normalizar y encauzar, aun sabiendo que es casi (repito: sólo casi) imposible. Tan difícil como verter el agua en la copa y que no caiga ni una sola gota fuera de ella.