16 septiembre, 2009

Extremadura

Hace dos meses y medio que llegué a Extremadura. Al tener, afortunadamente, dos meses de descanso, he tenido la sensación de eso mismo, de vacaciones. La incoporación ha sido paulatina de modo que no tengo la impresión de haber vuelto a la rutina ni nada parecido.

Pasar de más de veinte alumnos a sólo siete es un cambio. Tener horarios mucho más relajados (por decirlo suavemente) ha sido otro gran cambio. Dejar atrás los atascos de la A-5 y cambiarlos por carreteras tranquilas, más aún. En definitiva, es como si hubiese arrancado pero sin meter ni tercera. A estas alturas, en Madrid, llevaría cuarta y el coche acelerado.

Al menos, de momento, no tengo la sensación de aburrimiento ni nada parecido. De hecho, me muevo más aquí, estoy más ocupado pero de un modo diferente.

¿Me va bien? Sí. ¿Estoy contento con el cambio? Sí. ¿Echo cosas de menos? Sí. ¿Creo que he hecho bien? Sí.

Lo único que falta es traer a toda la gente que aprecio; pero hay cosas imposibles. Están lejos, pero me hacen sentir que están cerca.