El miedo, la timidez o las ganas de llorar puedo llegar a paliarlas si me paro un poco, trago saliva, respiro hondo y suelto fuerte el aire . Muchos de mis miedos infantiles los vencí así. Precedido de una mínima reflexión para intentar dar lógica a lo ilógico, tragando, respirando, soltando y volviendo a reflexionar. Ya sé que suena estúpido pero funcionaba.
Más tarde empleé el método con mi más que enfermiza timidez. Funcionó. Al decir esto supongo muchos se extrañarán porque me consta que creen que el que suscribe es un descarado, un caradura cínico y que de lo último que podría llegar a pecar es de timidez. Pero os aseguro que me costó bastantes horas de reflexión vencer el monstruo que retrae la personalidad.
Algo más difícil es parar, cuando se dan, las lágrimas. Cuesta pararlo, pero si no procede o no es el momento adecuado, consigo detenerlas. Ya sé que hay que desahogarse, soltar todo lo que hay dentro...todo ese rollo, lo hago.
Sin embargo, es imposible contener la emoción cuando ves llorando y bien jodida a parte de la gente que más quieres. Debe ser muy duro perder un hermano y debe ser un infierno perder a un hijo, algo que les ha pasado a mi madre y a mis abuelos este fin de semana. Claro que era tío mío pero creo que hay diferencia. Pensé que por mis santos cojones iba estar entero: y lo hice. Pero hubo ciertos momentos en que las lágrimas dijeron, mira chaval, sólo vamos a ser dos o tres así que vamos a salir.
No existe el método perfecto, y es de agradecer que así sea.