Antes de llegar a Madrid ya tuve que cambiar de casa varias veces y para los mal pensados, no, no fue porque me echasen de ninguna. Pero esas otras veces era más pequeño de modo que el marrón se lo comieron mis padres. Ahora todo el lío es para mí solito. Es cierto que siempre cuento con ayuda a la hora del desplazamiento de cajas, pero claro, estas no se arman ni llenan solas.
Afortunadamente, tengo tiempo para prepararlo todo con relativa tranquilidad, es lo único bueno de estar de baja. Y llega un momento en que, por decirlo de algún modo, te haces un experto en mudanzas. Quizá esta vez es más sencillo porque, al vivir solo, todo lo que hay aquí es mío y no tengo que andar seleccionando nada. Libros, todos míos, papelajos, todos míos, menaje, todo mío, ropa, toda mía, plantas, bueno las plantas suelen ser siempre mías (mi lado femenino me puede).
Quizá el próximo post lo escriba desde casa Benito. De una punta a otra de la ciudad y de vivir solo pasaré a compartir, de nuevo. Espero que todo salga igual de bien que la parte económica.